Hellraiser (II)

Anselmo Carrasco
Anselmo Carrasco
Abogado. Crónicas de un Abogado de Oficio

“El miedo hace a los hombres creer lo peor” – Curzio Malaparte.

            “La creencia en algún tipo de maldad sobrenatural no es necesaria. Los hombres por sí solos ya son capaces de cualquier maldad” – Joseph Conrad.

            “Creer es más fácil que pensar. He ahí la razón de que haya más creyentes” – Albert Einstein.

            – Buenos días, Pedro. Le quería preguntar por qué compró un disco en vinilo, cuando eso ya casi no se lleva.

            – No lo compré yo. Me lo regalaron unos primos de Valencia. Sabían que yo tenía una pletina nueva y me gustaba este grupo. Y estos discos se están poniendo otra vez de moda.

            – Pues no lo sabía. Bien, y ¿cómo se le ocurrió escuchar el disco al revés?

            – No sé. Había oído que si escuchabas los discos al revés podían oírse cosas raras y lo probé.

            – Supongo que tendrá más discos en vinilo. ¿Escuchó otros al revés?

            – Sí.

            – Y, ¿escuchó algo raro en esos otros?

            – No, sólo en el de Pinhead.

            – Y, ¿qué escuchó exactamente?

            – Pues, algo así como que tenía que acabar con todo.

            – Quiero que me diga lo que escuchó exactamente.

            – Pues… Acaba con tu vida, es el fin.

            – ¿Qué ocurrió después?

            – No sé, no me acuerdo. Mi madre dice que entró en la habitación y estaba como en trance, con una navaja en las manos, con cortes en los brazos.

            – ¿Tiene usted normalmente una navaja en su habitación?

            – No sé, no me acuerdo de dónde la saqué.

            Noté que estaba empezando a ponerse nervioso. Era el momento de atacar de una manera un poco más tenaz.

            – Bien – continué -. Esto le ocurrió cuando tenía usted dieciséis años, ¿no es cierto?

            – Sí.

            – ¿No es más cierto que usted ha estado tratándose y medicándose por esquizofrenia anteriormente a estos hechos, antes de escuchar la canción?

            El chico miró a su abogado con cara de susto, esperando que le dijera algo, pero el letrado se limitó a agachar la cabeza con la mano en la frente y suspirando. No podía decirle nada.

            Ante la tardanza en responder, el juez le conminó al joven a que contestara.

            – No sé, no me acuerdo. – Se limitó a contestar.

            – ¿No sabe si anteriormente padecía un trastorno de trance, concretamente? – continué.

            El chico bajó la cabeza y no contestó. No sabía qué hacer. Le entró un temblor por todo el cuerpo y parecía que le iba a dar un ataque epiléptico. El juez tomó nota y ordenó que ya no le hiciéramos más preguntas, que con eso era suficiente, viendo el estado en el que se encontraba. Le hicieron salir de la sala para que tomara el aire, e hicieron pasar a su madre muy enfadada.

            – ¿Qué le han hecho a mi hijo?¿No saben que está enfermo? – preguntó agitada.

            – Tranquila señora – le contestó el juez -. ¿Está ya más tranquilo o necesita que le vea un médico?

            – No, está más tranquilo. Está con el médico que le trata y parece que está mejor. Pero es que está enfermo, no tenía que haber venido, ya se lo dije a mi abogado.

            – Tenía que declarar, ya que es la supuesta víctima, y además, es mayor de edad, por lo que está obligado – le contestó el juez. – Bien, usted es la siguiente en declarar. Conteste a las preguntas que le vamos a hacer.

            Aquí la fiscal sí preguntó, y además muy incisivamente. El chico y su madre no sabían nada de mi aportación de las nuevas pruebas en el juicio, por lo que las preguntas les cogió por sorpresa.

            – Tenemos nuevas pruebas aportadas por la defensa, en la que observamos que su hijo ha estado tratándose en un hospital por un trastorno mental desde los once años. ¿Qué tiene que decir al respecto?- preguntó la fiscal.

            La mujer se quedó blanca, no lo esperaba. Se frotaba las manos nerviosamente, miró a su abogado y éste la miró con resignación. El juez le conminó a que contestara.

            – ¡Mi hijo está enfermo por culpa de esa música satánica!¡Hemos tenido que sacarle el demonio de dentro varias veces!¡Es un infierno, no tiene amigos, no tiene vida, si no es por mí que le cuido, estaría muerto!

            – Limítese a contestar, señora – le ordenó el juez.

            La señora me miró, observando mi brazo ortopédico y dirigiéndose a mí señalándome amenazante con el dedo, dijo:

            – ¡Ése es su castigo, le está bien empleado, Dios es justo y castiga a los que se lo merecen!

            – Señora, no le voy a permitir esa actitud. Le exhorto a que conteste, si no, le puedo acusar de desacato. Conteste por favor – le dijo el juez enfadado.

            La mujer estaba más loca que el hijo. Ante este nuevo giro de los acontecimientos, la señora perdió los nervios y se puso a despotricar a diestro y siniestro. El juez la echó de la sala y continuamos. El abogado contrario no sabía dónde meterse. Le volvió a pedir al juez que le dejara salir a hablar con sus clientes, a lo que el juez, esta vez, vistas las circunstancias, le dejó salir cinco minutos.

            Dedujimos que querían retirarse de la acusación, por lo que el juez nos dijo a la fiscal y a mí que si queríamos seguir con las declaraciones de los testigos. La fiscal comentó entonces que quería llegar hasta el final, por si veía indicios de criminalidad por falso testimonio en el chico y su madre, y yo igual.

            Cuando entró el abogado, ocurrió lo que vaticinamos. Dijo que se querían retirar de la acusación, vistas las nuevas pruebas aportadas. El juez lo aceptó, pero le comunicó que continuaríamos con los demás testigos. Llamaron al médico que le atendió en urgencias y le curó las heridas de los brazos. Explicó que eran incisiones hechas con una navaja, no muy profundas, pero le derivaron a psiquiatría porque parecía haber tenido un ataque epiléptico. A la pregunta de cuál pudo ser la causa, contestó que según su madre, empezó dicho ataque cuando estaba escuchando música en su habitación, no sabía más.

            El médico forense ratificó su informe y explicó un poco su situación, remitiéndose siempre a su informe y los informes psicológicos que a él le facilitaron.

            Entonces entró el psiquiatra que le trató a raíz de los hechos. Explicó que trabajaba en un centro privado especializado en enfermedades mentales. Narró que Pedro llegó a la clínica con los informes del hospital en el que le curaron las heridas y le trataron la epilepsia que sufrió supuestamente a raíz de escuchar la canción de marras. Pedro y su madre le comentaron que fue el primer ataque que sufrió, y por consiguiente, no tenían informes médicos anteriores, cosa que le extrañó pero no tenía razones para sospechar que le mintieran. Tras varias pruebas le diagnosticaron trastorno de trance o demoniopatía, que en realidad era el conjunto de varias enfermedades mentales juntas, tales como epilepsia, trastorno múltiple de la personalidad, síndrome de Tourette, etc. Consistía en que el paciente podía mostrar los signos típicos de una posesión demoníaca, creyendo tener al demonio dentro, siendo la parte más radical de la enfermedad el trance epiléptico.

            A mi pregunta de si podía un supuesto mensaje de inducción al suicidio iniciar una psicopatía tan grave como esta, el doctor contestó que era poco probable, pero podría ocurrir que dicha enfermedad estuviera latente y un estímulo externo podría sacarla a la luz.

            También le pregunté si era recomendable en los casos extremos enviarle a un exorcista.

            – Sí – contestó -, en los casos en que la enfermedad estuviera en su punto álgido, un exorcismo podría tener efecto placebo, ya que el paciente estaría ante un exorcista real y creería que realmente dicho exorcismo es eficaz, logrando expulsar al demonio, pero solo es eso, un efecto placebo que dura un tiempo determinado, pero siempre vuelven a recaer. En el caso de Pedro, no ha sido necesario, ya que tomaba la medicación y estaba bastante controlado. Desconozco si su madre le ha llevado a realizar algún exorcismo, por lo que veo, sospecho que sí.

            Cuando terminó de declarar el psiquiatra, llamaron a mi testigo, el doctor Ernst Giesler, que trabajó en el centro de psiquiatría perteneciente a la Seguridad Social durante muchos años. Ahora estaba recién jubilado, pero era una eminencia en psicopatías extrañas. Fue el nombre que me dio Alfonso, el amigo de mi hermana. Trabajaron juntos en el centro médico.

            El juez le invitó a ponerse delante del micrófono y a presentarse. Explicó quién era y dónde trabajaba con su acento alemán. A las preguntas del Ministerio Fiscal y mías, él contestó:

            – Conozco muy bien a Pedro. Llevo tratándolo desde los once años y durante más de cuatro años. Recuerdo que la primera vez que le vi llegó con un episodio epiléptico bastante fuerte. Yo estaba en urgencias en ese momento y lo que se hace en estos casos es administrarle la medicación necesaria para estabilizar al paciente. Estuvo unos quince días ingresado, y una vez dado de alta por ese episodio, venía cada semana a que le examináramos, para regularle la medicación y hacerle pruebas para determinar el diagnóstico. Le diagnosticamos trastorno de trance, que es un tipo de esquizofrenia muy especial y característico.

            – ¿En qué consiste? – le pregunté.

            Explicó lo mismo que el psiquiatra que lo trató en el centro privado. Después continuó:

            – Pedro sufría alucinaciones y decía que oía voces en su cabeza. Decía que oía al demonio, y cuando tenía las crisis epilépticas, decía palabras sin sentido, echaba espuma por la boca y le cambiaba la voz. Gritaba que lo tenía dentro, que se lo sacáramos. Le administrábamos la medicación y se calmaba. Él estaba convencido de que estaba poseído, y lo malo es que su madre también.

            – ¿Qué quiere decir? – le preguntó el juez muy interesado.

            – Verán. Descubrimos que Pedro sufrió abusos sexuales por parte de su padre cuando era más pequeño. Achacamos esta enfermedad a dichos abusos, ya que tuvo unas secuelas y unos traumas que derivaron en esta demoniopatía. Su madre quiso encubrirlo, por vergüenza o quién sabe. El chico nos lo contó en una de las sesiones, así que hicimos un informe clínico muy exhaustivo en el que explicamos todo. Aquí lo traigo – le dio las copias al oficial que repartió -. Su padre ya había muerto hacía más de un año, pero las secuelas psicológicas eran muy graves y muy profundas. Su madre era y es, por lo que veo, una religiosa muy radical, y siempre que hablaba conmigo acerca de su hijo, decía que estaba endemoniado, y eso poco a poco calaba en él. Esta enfermedad tiene también mucho de sugestión y su madre se lo fue inculcando desde pequeño. Tuve bastantes encontronazos con ella por esta causa. Le expliqué que no debía hablarle de ello, no tenía derecho a meterle eso en la cabeza, no le hacía ningún bien. Llegó un momento en que dejó de traerlo y ya no supe más de ellos. Esta enfermedad es incurable, pero mejora si se administra la medicación pautada y los familiares tienen mucho que ver también, pero ella estaba obsesionada. Deduje que también estaba enferma y así no llegaríamos a ningún lado.

            – ¿Le derivaron alguna vez a algún exorcista? – pregunté.

            – Sí, en alguna ocasión. Cuando un paciente de estas características sabe que va a un exorcista real porque cree realmente que tiene el demonio dentro, mejoran bastante debido al efecto placebo que experimentan. Creen que al ponerse en manos de un “profesional”, esa creencia les hace mejorar, pero durante un tiempo. Deben seguir medicándose, pero el problema es ese: están tan convencidos de que el exorcista les ha sacado el demonio que dejan de medicarse y vuelven a recaer antes de lo esperado, por lo que sólo recomiendo un exorcismo en situaciones muy límite. Sé que su madre le llevó varias veces por su cuenta, en contra de mis indicaciones, y empeoró debido a no tomarse la medicación prescrita.

            – ¿Cree que este episodio de escuchar la canción “satánica” pudo aflorar en él otra vez la enfermedad?

            El doctor sonrió y continuó:

            – No, no lo creo. Pedro lleva muchos años enfermo, y un ataque epiléptico de estas características puede surgir sin ningún tipo de estímulo. Mi opinión es que el chico está demasiado sugestionado y su mente ha interiorizado tanto esta idea que en cualquier momento aflora sin avisar. Verán, la mente de un niño es una mente sin acabar, y muy moldeable. Los niños tienen por verdad todo lo que les dicen,  sobre todo si es su madre. No saben discernir todavía la verdad de la mentira. Piensa ¿cómo me va a mentir mi madre?, y no le miente, el problema es que ella también lo tiene como una verdad absoluta, y se lo va inculcando poco a poco. Y para más INRI, si se añade un trauma como el que ha sufrido el chico, esa mente es raro que no enferme. Lo malo es que ya es tarde. Las esquizofrenias vienen para no marcharse.

            – Una última pregunta, doctor – interpeló la fiscal -. ¿Cómo es que el parte de urgencias del hospital no dice nada sobre estos informes?¿no tienen conexión entre centros de la Seguridad Social?

            – No, en psiquiatría los informes que hacemos no van por la misma vía. Si los familiares no piden específicamente estos informes no están en el banco común de la Seguridad Social, deben pedirlos directamente en nuestro centro. No aparecen en los registros de otros centros de salud.

            Así terminó el relato del doctor Giesler. Estuvimos un rato todos en silencio tratando de asimilar lo que nos contó. Yo miré a mi hermano y sus amigos que estaban sentados en la sala con expresión triunfal. Joaquín me guiñó un ojo e hizo una señal con el dedo de satisfacción. El juez entonces hizo pasar Pedro y su madre.

            – Bien – comenzó el juzgador -. Hemos estado hablando con el doctor que trató a su hijo desde pequeño.

            La señora hizo ademán de intervenir, pero el juez la paró en seco:

            – Manténgase en silencio hasta que termine, por favor. La verdad es que es un caso peculiar que he querido ver hasta el final para ver hasta dónde eran ustedes capaces de llegar, y como yo imaginaba, ha terminado de la peor manera posible para ustedes. No sé si el Ministerio Fiscal deducirá testimonio contra usted por un delito de falso testimonio por intentar sacar provecho de la situación de su hijo en su propio beneficio. Le aconsejo que se pongan en manos médicas profesionales porque, por lo que he visto aquí, su situación es complicada y no le beneficia ni a usted ni a su hijo.

            La mujer agachó la cabeza y me miró de manera iracunda mientras salía. Cuando salimos todos, el letrado contrario puso pies en polvorosa y todos marcharon. Me despedí del doctor dándole las gracias y también se marchó. Salimos de los juzgados y de repente, me cogieron entre mi hermano y sus amigos y me mantearon entre vítores y agradecimientos al viento. Hasta me descolocaron el brazo, qué animales. Me dejaron en el suelo y me abrazaron entre todos. Alguno hasta lloraba de emoción.

            – No sé como agradecértelo, hermano. Gracias por todo.

            – Nada, tú harías lo mismo por mí.

            La cosa terminó con la señora imputada por un delito de falso testimonio, pero no llegó a término porque también le diagnosticaron una enfermedad mental. La ingresaron en un centro psiquiátrico y su hijo se quedó con un tío de Valencia, reiniciando el tratamiento médico que nunca debió de dejar. Mejoró bastante aunque tuvo sus recaídas, pero sus familiares se hicieron cargo de él y pudo llevar una vida más o menos normal.

            Esta historia es real. Grupos como Judast Priest, o como Twisted Sister se sentaron en el banquillo de los acusados en EE.UU. por inducir al suicidio con sus letras. No fueron condenados, pero pasaron por el trago de estar imputados por delitos graves y en ese país puede pasar cualquier cosa. Yo he españolizado la historia, pero si ha pasado en otros países, perfectamente puede pasar aquí. A veces la realidad supera la ficción con creces.

“Hellraiser”: Película distribuida por Entertainment Film Distributors.

Relato publicado previamente en el blog Crónicas de un Abogado de Oficio, Ficciones de la vida real, de la Asesoría Agemfis

Anselmo Carrasco
Anselmo Carrasco
Abogado. Crónicas de un Abogado de Oficio

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