Antonio, Alicia, José Luis y Francisco Javier han dedicado su vida al Turno de Oficio, compaginando este servicio con su ejercicio profesional habitual. Durante 45 años o más, han visto cómo se ha ido profesionalizando el servicio y cómo el ICAM ha ido destinando medios para que se pudiera ofrecer en condiciones.
Los cuatro, junto con otros seis veteranos compañeros, han sido homenajeados en el Colegio en el marco de los actos conmemorativos por el Día de la Justicia Gratuita y el Turno de Oficio. Todos siguen activos ayudando a los ciudadanos más desfavorecidos y están convencidos de que estar en el Turno de Oficio les ha hecho mejores abogados.
Un todoterreno del Turno
Antonio Migueláñez, que está a punto de cumplir ochenta años y ha renovado con éxito su carnet de conducir, sigue con la misma ilusión que cuando empezó hace sesenta años en el mundo de la abogacía en Madrid. Durante mucho tiempo compaginó su actividad de funcionario de carrera de aduanas con la abogacía, hasta que años más tarde se creó la incompatibilidad entre las dos actividades profesionales.
«Pero lo tengo claro, estoy satisfecho con todo lo que he realizado a nivel profesional. Desde el Turno de Oficio he tenido la fortuna de ayudar estos años a muchas personas vulnerables que lo necesitaban. Es una satisfacción personal por encima de todo. El diploma que recibo por esos 45 años es un premio a la constancia. Al final, tuve que optar por una de las actividades y me decidí por la abogacía.»
A los 55 años, pidió la excedencia para centrarse en su despacho madrileño, abierto en 1978, ubicado entre el Templo de Debod y la Estación del Norte. Es un despacho generalista que ese mismo año empezó con la asistencia letrada al detenido y las guardias que se hacían en el edificio de Salinas. Con respecto al Turno de Oficio, se dio de alta en todas las ramas del Derecho, acudiendo a juzgados militares y a los de la curia madrileña en la calle de la Pasa, por citar algún ejemplo.
Desde su perspectiva, nos comenta que «hace unos veinte años nos obligaron a optar por determinados turnos. Así, de estar en todos, me obligaron a elegir y me quedé con Civil y Contencioso Administrativo, quedándome también con la asistencia letrada al detenido. Con el tiempo, me quitaron los asuntos de juzgados y audiencia y me quedé con la casación, que actualmente mantengo tanto a nivel civil como en contencioso administrativo».
En un balance global, muestra su satisfacción por el trabajo recibido en el Turno de Oficio: «Mi familia tiene una vertiente jurídica importante; desde Ernesto Martínez, vinculado al ICAM, mi esposa es colegiada, mi hija es notaria, mi yerno también es colegiado. Nos une el Derecho desde distintos puntos de vista, con lo cual podemos hablar de cualquier tema legal con cierto criterio».
En cuanto a la evolución del servicio, reconoce que «ha sufrido cambios importantes. Nos hemos sabido adaptar a los mismos. Muchos de ellos se han hecho para bien. En este escenario, el papel del ICAM a lo largo de estos más de cuarenta años ha sido importante. Falta por arreglar el tema de nuestras retribuciones y que se paguen todas las actuaciones. Es imposible vivir del Turno de Oficio realmente. Hay que mejorar y mucho esos baremos. Hay asuntos del turno que pueden durar cuatro años y deben retribuirse mejor».
Ilusionada con este reconocimiento
Alicia Mendoza, la única mujer entre los veteranos homenajeados este año por el ICAM por su fidelidad al Turno de Oficio, comenta: «Prácticamente al colegiarme me di de alta en este servicio público. En aquel entonces no había ni cursos como los hay ahora ni se pedía la formación que ahora se exige a los profesionales. Ahora los compañeros y compañeras están mejor preparados. A lo largo de estos años me he dedicado al matrimonial y al penal».
Reconoce que en su entorno familiar fue disruptora: «Mis padres querían que estudiara medicina, pero a mí me gustaba el Derecho. Empezamos a hacer las guardias cuando eran de ocho horas en Plaza Castilla, en un edificio enfrente. Allí estábamos y desde allí nos mandaban a las comisarías; en ese momento no te personabas en los casos. Te podía tocar de 12 a 8, de 8 a 4 y de 8 a 12. Era y sigue siendo un trabajo exigente».
Nuestra interlocutora ha tenido siempre su despacho: «Primero estaba en casa cuando vivía en Madrid; luego me vine a Las Rozas y ahora en la misma ciudad con un compañero donde trabajamos los temas penales y matrimoniales. La verdad es que me da pena jubilarme y dejar el Turno, sé que son momentos complicados pero creo que hay que seguir luchando porque esta actividad es muy vocacional. Al principio no cobrábamos, luego fuimos recibiendo alguna compensación. Mi primera remuneración fue por un caso matrimonial, unas 2.000 pesetas».
Desde su punto de vista, «la precariedad sigue estando ahí, es lógico que los compañeros se manifiesten y protesten por la precariedad del servicio. Cuando te designan para un procedimiento hay que llevarlo en su totalidad, incluidas las ejecuciones. Pero te pagan como si hicieras una única cuestión. Es el momento de darle una vuelta al Turno de Oficio y actualizarlo al momento en que vivimos. Ahora hay muchos profesionales que prestan servicio junto a las nuevas prácticas que han surgido porque la precariedad ha crecido en nuestro país».
Como el resto de los abogados de este reportaje, nuestra interlocutora reconoce que se ha hecho mejor abogado al compaginar su actividad adicional con el servicio del Turno de Oficio. «Se aprende mucho a nivel profesional y personal. Al cliente hay que explicarle con calma lo que estás haciendo por él. De alguna forma nos hace ser más tolerantes y tener más empatía con la gente. Es muy útil el departamento de Defensa de la Abogacía que nos ayuda cuando hay algún problema con los jueces o los propios clientes».
Reconoce que sus pasos de abogada los ha seguido su hijo, que hizo Administración de Empresas y Derecho en la Universidad Autónoma: «Alguna vez me ha acompañado en las ruedas de reconocimiento, no quise que siguiera mis pasos como penalista; es muy sacrificado. Al final, antes de acabar la carrera, fue contratado por una big four, para acabar en prevención de blanqueo de capitales de uno de los grandes bancos del país. Estoy contenta; ser abogado es muy sacrificado, como puede verse».
Un laboralista en el Turno
Por su parte, José Luis Linares, a sus 78 años, es el abogado más longevo en el turno de oficio con 47 años y 10 meses. No tiene antecedentes jurídicos en su familia y procede del entorno rural de Cantabria. Empezó en Deusto para luego trasladarse a Madrid, al final se decantó por Derecho por ser lo más práctico. «Se nos atragantó la psicología por la asignatura de estadísticas. Lo hice por libre, cuando te permitían acudir solo a los exámenes. Es una carrera dura donde el derecho administrativo brillaba. En aquel entorno nació mi hija».
Como anécdota, confiesa que en aquellos años empezó a ejercer la abogacía sin serlo: «Hasta ese momento vivía de dar clases de Derecho, uno de los anuncios que publicaba la prensa me anunciaba como docente. En aquel momento, una asesoría me contrató como abogado, sin serlo. Empezamos a asesorar a empresas en aquel piso de Martínez Bordiu, cercano a Nuevos Ministerios, hasta que abrí mi despacho en Boldano 13, en la otra punta de Madrid cerca de la Cruz de los Caídos. Fue un despacho modesto donde me apoyó un estudiante de Derecho al principio».
Con posterioridad, este jurista se independizó: «Me lancé a la práctica laboral, aunque trabajé todas las disciplinas del Derecho. Ahora los profesionales del Derecho vemos que la reducción de jornada es algo que con el tiempo se impondrá, pero la patronal CEOE no lo pondrá fácil. En el Turno de Oficio empecé en laboral, luego en civil y fui ampliando. Mi hija, que es abogada, me ha ayudado mucho estos años. Ahora está en Renfe, en el equipo jurídico, tras aprobar una oposición. Me apunté a otros Turnos para estar al día porque ser abogado de Oficio me ha hecho ser mejor letrado a otros niveles».
En cuanto a la evolución del Turno de Oficio, reconoce que «me ha ayudado a coger experiencia como abogado y a ampliar mi red de contactos. No nos es rentable económicamente prestar el servicio. En los inicios no se cobraba nada, pero es que ahora la retribución es escasa para todo el trabajo que hacemos. Hay muchos trabajos que no se cobran porque el cliente no hace bien el expediente de petición de la justicia gratuita, no les conceden la justicia gratuita y a nosotros no nos pagan nada».
Este jurista reconoce que «la asistencia jurídica al detenido también es muy dura. He estado muchos años ahí haciendo guardias; al final me he cansado porque se pagaba muy mal y se podían prolongar en el tiempo, con lo cual me quitaba tiempo para el despacho. He llegado a tener tres días de guardia seguidos desde la detención, su puesta a disposición judicial o no; tenías que estar muy pendiente».
Desde su punto de vista, «urge una revisión de los baremos del Turno de Oficio. Es fundamental mejorar el pago y hacer una revisión periódica. Es casi simbólica. La verdad es que el ICAM ha ido mejorando el servicio desde aquel edificio de Salesas. Aún recuerdo mi primer asunto. Fue un asunto sobre tres prostitutas que conseguimos en la Audiencia Provincial que las absolvieran. Ese caso me impactó y pudimos ganar el asunto. El Turno de Oficio es una escuela y a la gente joven le ayuda a conocer mejor la profesión de abogado por dentro. Nos hace a todos ser mejores abogados».
Guardias en Plaza Castilla
Francisco Javier Marín, de 68 años de edad, es el más joven de este cuarteto de profesionales. «Mis antecedentes familiares se remontan a mi tío abuelo que era abogado y al mismo tiempo se ocupaba de los asuntos de la familia. Aún guardo libros de su biblioteca. Decidí hacer Derecho, colegiarme e inscribirme en el Turno de Oficio».
«En nuestra época era más sencillo formar parte. Al principio era medio obligatorio y era muy altruista, ahora hay que tener tres años de ejercicio. Las primeras guardias de asistencia letrada al detenido se hacían en Plaza Castilla, en la planta quinta. Allí esperábamos la llamada del ICAM para dirigirnos a atender al detenido que hubiera ingresado en comisaría. He compaginado esta actividad con la de asesor legal de algunas federaciones deportivas, algunas de carácter internacional».
Este letrado recuerda que no se pagaban las guardias: «Hacíamos muchas. Luego se pagaron con efectos retroactivos. Hacíamos una a la semana. Se iba a comisaría, donde no faltaban los problemas con la policía porque no les hacía gracia ver un abogado por ahí. Con esos pagos retroactivos pasamos a hacer guardias cada dos o tres meses. He sido muchos años asesor jurídico de empresas pero siempre he seguido en el Turno de Oficio para ayudar a la gente más vulnerable, con menos recursos».
En el Turno, Francisco Javier está inscrito en «el básico de penal y en extranjería, que siempre me ha interesado. El servicio en sí se ha profesionalizado, el ICAM hace una buena labor, donde trabajan muchos profesionales porque hay 40 a 50 abogados de guardia y las designaciones llegan bien. Uno de los problemas, aparte de la remuneración, es el maltrato que recibimos en comisaría. El poder que hay ahí no está nada controlado y eso preocupa».